Aclarando que SIEMPRE estaremos a favor de la libertad de prensa y de expresión, pero la libertad va acompañada de una enorme responsabilidad, la responsabilidad de informar son sesgos, sin distorsiones; sabemos que las consecuencias de una mala comunicación pueden ser trascendentales.
En el caso particular de la difusión del conocimiento científico, existen dos casos conocidos en donde una mala interpretación, un sesgo en la publicación generan todo un mito o error de lo que originalmente se quiso dar a entender.
Para el primer caso nos remitiremos al año de 1947, cuando en 27 de julio de ese año el piloto civil norteamericano Kenneth Arnold vio, mientras volaba, una formación de nueve artefactos aéreos muy extraños cerca del Monte Rainier, en el estado de Washington, EE. UU. Arnold declaró a la prensa que esos objetos revoloteaban como barcos en aguas muy movidas, y para ejemplificarlo comparó el modo de vuelo que observó al de «un platillo lanzado a través del agua». Los periódicos lo interpretaron mal y lo citaron incorrectamente, diciendo que el piloto había visto naves en forma de platillos que volaban. «Dijeron que yo había dicho que eran «como platillos», cuando lo que yo dije fue que «volaban al estilo de un platillo»», declaró Arnold al célebre locutor Edward R. Murrow en una entrevista para la CBS, transmitida el 7 de abril de 1950
El segundo caso es el más reciente con respecto al reciente informe del CERN con respecto a la real posibilidad de la existencia del Bosón de Higgs, donde la prensa para darle mayor impacto ha sido muy insistente en llamarle “la partícula de dios”, nombre que ha sido atribuido a otro error o sesgo en la interpretación de los datos. El sobrenombre surgió cuando en los años noventa, Leon M. Lederman, premio Nobel de física en 1988, decide publicar un libro de divulgación sobre física de partículas bajo el título de «The Goddamn Particle» (algo que podríamos traducir como «La maldita partícula») por la dificultad que representaba para los científicos encontrarla, especialmente antes de la era del gran acelerador.
En un arranque de originalidad, su editor decide reducir el título para dejarlo como «The God Particle» (La Partícula de Dios). Hay quien dice que lo hizo en un intento por atraer más lectores a un tema poco seductor para las masas y otros asumen que se adelantó a que lectores (cristianos estadounidenses) encontraran ofensivo el término ‘goddamn’.
Sea como sea, el título fue aprobado y, afortunadamente para el editor de Lederman, hizo que el libro se vendiera a tales niveles que logró, incluso, posicionar al nombre de ‘partícula de dios’ como sinónimo del bosón de Higgs.
De acuerdo con Torres, «el error se debió al editor del libro, pero también a un momento de debilidad del famoso y respetado Lederman. Nunca debió aceptar ese nombre».
Confío en que tanto como escritores, editores y toda persona involucrada en el proceso de divulgación de notas científicas y de cualquier índole, poco a poco vayan tomando conciencia de ésta gran responsabilidad de transmitir el mensaje de manera clara y sin ningún tipo de modificaciones por la causa que sea.
Debemos pues mantener esta línea de transparencia y de divulgación de los HECHOS tal y como son. Saludos a todos.